Resumen de El mundo de las palabras
El tema principal de El mundo de las palabras, escrito por Steven Pinker, autor de otros famosos libros como “El instinto del lenguaje“, “La tabla rasa” o “Cómo funciona la mente“, es que hemos desarrollado y moldeado el lenguaje para que sirva a nuestros objetivos funcionales a la hora de comunicarnos con los demás sobre el mundo que nos rodea (la frase de Pinker es poder comunicar “quién hizo qué a quién”), por lo que el análisis del uso del lenguaje revela ideas sobre estos objetivos funcionales. Aunque el libro trata del inglés americano estándar, muchas de las ideas son similares o tienen paralelos en muchos otros idiomas.
Algunas de las ideas exploradas en El mundo de las palabras se han tocado en los libros anteriores de Steven Pinker, pero una parte sorprendentemente grande se siente nueva. Pinker empieza a lo grande, poniendo un precio a la semántica de las torres del WTC que se derrumbaron (3.500 millones de dólares, aproximadamente) y luego presenta una deslumbrante exposición de las diversas formas en que los significados y el uso de las palabras iluminan la mecánica del pensamiento.
Por qué pensamos como pensamos
La primera parte del libro está dedicada a las unidades básicas del pensamiento, tal y como las revela el lenguaje, y con los conceptos (y obsesiones) específicamente humanos de tiempo, espacio y causalidad (así como las consecuencias de estos conceptos para nuestra vida personal y social). Probablemente, todos sabemos que las ideas de espacio, tiempo, fuerzas y causalidad que los humanos emplean instintivamente no son compatibles con la física moderna posterior a Einstein y la teoría cuántica. Pinker muestra que también son incompatibles con las concepciones clásicas euclidianas y newtonianas de la palabra física.
Las teorías sobre el grado en que los significados son relativos o absolutos, innatos o aprendidos y sobre si es la mente subyacente la que da forma al lenguaje o el lenguaje el que da forma a la mente. Se dedica mucho espacio a los argumentos contra el relativismo lingüístico neo-whorfiano, que afirma que las estructuras de nuestra lengua materna moldean nuestros pensamientos en un grado muy alto y hacen que sea muy difícil incluso pensar en cosas contrarias a los patrones de nuestra lengua.
Pinker muestra que, aunque las afirmaciones relativistas tienen cierta realidad y los patrones del lenguaje guían y hacen más probables ciertas maneras de reflexionar, son bastante fáciles de transgredir si las circunstancias lo exigen. Como ejemplo, es bastante obvio para cualquiera que crea en la unidad de especie de la humanidad que las sociedades “primitivas” no tienen un lenguaje numérico sofisticado y sistemas de conteo porque no son necesarios en los entornos en los que se desenvuelven sus miembros; en lugar de que esas sociedades hayan fracasado en el desarrollo de civilizaciones sofisticadas porque sus lenguajes carecen de esos sistemas numéricos.
Las ideas que tenemos respecto a la realidad
Pinker analiza el popular concepto de “metáforas por las que vivimos” y muestra lo que puede extraerse de la idea de que los humanos, esencialmente, utilizan metáforas tomadas de los comportamientos de los objetos físicos para hablar (y pensar) sobre casi todo lo demás; además de citar varios resultados convincentes que muestran que la mayoría de las metáforas convencionales (del tipo “el amor es el viaje” o “la discusión es la guerra”) son solo eso, convencionales, y que el significado original de las expresiones literales subyacentes se pierde incluso para nuestro procesamiento automático.
El capítulo dedicado a los sustantivos, o más concretamente a los nombres de las cosas, es realmente fascinante, y las exploraciones que en él se realizan ofrecen una visión realmente única del proceso casi místico de nombrar a las cosas y a las personas. Supongamos que los científicos hacen un descubrimiento sorprendente: los gatos son en realidad daleks, los descendientes mutados del pueblo kaled (…), una raza despiadada empeñada en la conquista y la dominación universales, que viaja en carcasas mecánicas hábilmente disfrazadas de animales. ¿Diríamos que no existe el gato, ya que la definición de “gato” especifica un animal peludo? ¿O diríamos que, en contra de nuestras creencias anteriores, los gatos no son animales?
Entre las secciones más entretenidas se encuentra un extenso capítulo sobre las palabrotas y la obscenidad que, entre otras cosas, muestra claramente cómo dos conceptos de cómo es el sexo se reflejan en la gramática y el uso; explora la neurofisiología de las palabrotas, muestra razones convincentes para la falta de un verbo cortés pero gramaticalmente idéntico en la frase Juan verbo María y la falta de un término cortés pero cotidiano y universalmente aplicable para las heces.
Y, por último, la extensa exploración de las convenciones de cortesía para expresar peticiones, amenazas e insinuaciones sexuales revela cosas fascinantes sobre las jerarquías sociales humanas y las reglas de reparto e intercambio.
Conclusiones de El mundo de las palabras
Lo único que he echado en falta ha sido más material de otras lenguas europeas y algún filtro de los ejemplos ingleses para eliminar los usos más obviamente específicos del inglés. Pinker se refiere meticulosamente a los “angloparlantes” siempre que lo considera oportuno, y su afirmación general de que los fenómenos que trata son bastante universales en mayor o menor grado en todas las lenguas se sostiene; pero en varias ocasiones se me ocurrió un contraejemplo de mi propia lengua, y al menos algunos de ellos podrían haberse ajustado.
La redacción es, como siempre, brillante. Enérgico, apasionado, inteligente y vivaz, Pinker es erudito, pero accesible, lúcido y preciso, pero nunca sofocado, conversacional y ocasionalmente coloquial, pero nunca burdo. Como corresponde, este erudito del lenguaje es también un excelente escritor, y Pinker lleva este doble manto con aplomo, a veces rozando el descaro, y con mucho estilo.
Si este resumen de El mundo de las palabras de Steven Pinker le ha gustado, otros libros similares, como “SaludableMente“, “Cómo cambiar tu mente” o Los mejores libros sobre desarrollo personal, le encantarán.