Resumen de De qué hablo cuando hablo de correr
Hay algo absolutamente cautivador en “De qué hablo cuando hablo de correr” de Haruki Murakami. A diferencia de sus otras obras, ricas en narraciones surrealistas y personajes misteriosos, estas memorias desentrañan el viaje sencillo pero profundo de un hombre y su amor por correr.
Trazando paralelismos entre su pasión por el deporte y su oficio de escritor, Murakami ofrece a los lectores una inmersión profunda en su psique. Al leerlo, uno se siente como si estuviera conversando con un querido amigo en un largo y sinuoso sendero.
La relación simbiótica entre escribir y correr
Correr como metáfora de la escritura
Es fascinante ver cómo Murakami combina correr con escribir. Ambos necesitan un grado de devoción, constancia y extravagancia sin igual. Correr es un comportamiento solitario que refleja el proceso solitario de la escritura. ¿Recuerda la novela “Una habitación propia” de Virginia Woolf?
Murakami encuentra su espacio en las enormes longitudes de carreteras y senderos, del mismo modo que ella hace hincapié en un lugar personal para escribir.
Abrazando la soledad
La soledad es un lujo en la sociedad actual de contacto continuo. Pero es un requisito para Murakami. Esas largas horas de footing le proporcionan el aislamiento que necesita para meditar.
Este aislamiento, esta oportunidad de comunicarse consigo mismo, me recuerda las experiencias de Thoreau en “Walden”, donde la soledad se valoraba como medio de autodescubrimiento.
Perseverancia y superación de límites
Superar el “muro del corredor”
Existe un curioso paralelismo entre un escritor que experimenta el bloqueo del escritor y un corredor que se topa con un muro de ladrillos. Es una prueba de resistencia mental y física. Los encuentros de Murakami con este “muro” no sólo tienen que ver con correr, sino también con la vida y sus numerosos problemas.
Evoca las dificultades del protagonista de “El alquimista“, de Paulo Coelho, y subraya la necesidad de la tenacidad.
Encontrar el propósito en el proceso
Murakami subraya que no siempre se trata de llegar al destino, sino de apreciar el viaje. Cada carrera, cada palabra escrita es un testimonio del proceso, la experiencia y las lecciones aprendidas.
Es una filosofía de la que se hacen eco muchos relatos motivacionales, que hacen hincapié en la importancia del “ahora” y del “aquí”.
Reflexiones personales e introspección
Envejecimiento y aceptación
El tiempo no perdona a nadie. A medida que pasan los años, Murakami se enfrenta a los cambios que se producen en él, tanto como corredor como escritor.
Pero en lugar de resistirse al cambio, lo acepta y se adapta con elegancia, recordándonos el viaje siempre cambiante de la vida. Sus contemplaciones sobre esta etapa son tan profundas como las de “El sentido de un final”, de Julian Barnes.
Correr como camino hacia el autodescubrimiento
Para Murakami, cada carrera es un viaje al interior de uno mismo. Es el momento de reflexionar, comprender y redescubrirse a sí mismo. Los caminos y senderos sirven como catalizadores para la contemplación, ayudándole a desvelar las capas de su propio yo.
La naturaleza autoexploratoria de la carrera recuerda a los viajes contemplativos de los protagonistas de muchos clásicos de la literatura.
Conclusión
“De qué hablo cuando hablo de correr” es algo más que unas memorias sobre correr; es también una celebración de la vida, la pasión y la resistencia. Las reflexiones de Murakami van más allá del acto de correr y sirven de espejo a la vida personal de los lectores. Fue como empezar una larga carrera, con periodos de cansancio, euforia e intensa reflexión.
Es el tipo de libro que te hace querer ponerte las zapatillas de correr y lanzarte a tu propia aventura de descubrimiento.